lunes, 28 de septiembre de 2009

La lluvia

- ¿Creis que llueva?
-No creo gueon, si en la tele dijeron que se iba a despejar.
-Pero a veces los gueones no le achuntan-
-Si la guea es re simple, en el verano hace calor en el invierno llueve, lo demás son puras pescadas.
Eran casi las seis de la tarde, y siquiera un poco de frío atormentaba con perturbar nuestra concentración en los espacios vacios. El pancho andaba con una polera sin mangas recortada, y la Adidas roja del coto tenía algunas manchas cerca del cuello, era una mancha blanca que perfectamente podría ser residuo de un escupitajo o sencillamente fue la pasta de dientes que con el apuro y la poca cautela se muestra algo esquiva.
Ferro estaba silencioso y el poco aire tibio que se deslizaba tranquilamente por la arenilla, propinaban una sensación de vacío algo extraña, como de estar flotando. Antes de salir de mi casa, había hecho caso a las palabras de mi madre y había recogido el poleron azul con gorro, pero su utilidad producto de las necesidades próximas, me habían obligado a utilizarlo de asiento sobre en el pasto largo y seco de aquella plaza sin fin. El pancho tenia la cerveza entre sus piernas y miraba hacia la calle, como esperando que saliera el próximo show desde el escenario en cualquiera de las casas rojas de dos pisos, pero aquello pasaba cada media hora, cuando alguna señora salía con una bolsa de pan o algún niño con una ayuya acompañada de nada, corría rumbo a la cancha de la villa pratt. Nosotros, estacionados, parecíamos apernados en la lentitud de aquella tarde que parecía avejentada, al rato, me percaté de que el pancho introducía su dedo pulgar en la boca de la botella, emitiendo sonidos como de aquellas veces en las que mi papá destapaba las botellas de champagne en año nuevo.
-No le hagai esa guea poh.
-¿Que cosa?
-Eso, meterle el dedo a la botella, quizás donde metiste ese dedo antes.
-En el poto poh gueon
-Aah, que eris asqueroso pancho culeado.
Pensaba qué cosa nos podría salvar del aburrimiento. La tarde se presentaba larga y como buen sábado, solo las ansias de noche saciaban la espera de estar permanentemente quietos, viendo como pasaba un auto con su motor difónico, su capo de mitad rojo y mitad amarillo invierno, con ventanas traseras de nailon.
-¿y si vamos donde los cabros?
-¿Que cabros?
-Explícate poh gueon, si cabros hay en todas partes
-El Monchi y esos gueones.
-¿Queris ir al canal?
-Si po guoen, ¿no te contaron la que hacen últimamente?
-No, si yo ni hablo con ese culeado, es un viejo enfermo que siempre se rodea con puros cabros chicos, esa guea me da lata.
- la otra vez me lo topé en la esquina y me dijo que habían encontrado dos cubos de Plumavit como de uno por un metro, así grandes.
-Ya ¿Y?
-Y se tiran por el canal, pah abajo, la otra vez me dijeron que casi llegaron al tranque del potrero, pero que ahí el camino se hacía mas peluo por que habían perros y gatos muertos y un olor a mierda que te pega un combo en el hocico-
-Pero como, no te cacho como la hacen-
-Vamos a ver poh gueon- Dice el coto poniéndose de pie, como si algo le hubiese picado el trasero. El pancho, motivado excesivamente al saber que había obtenido quórum a sus dichos, se levanta ofreciéndome su mano para ponerme de pie. Encontraba asqueroso eso de los perros y gatos muertos, pero mi principal limitante era aquel miedo que tenía a las ratas desde pequeño, cuando las sentía correr por las noches, cuando en la casa de mi abuela el sueño no me alcanzaba a tiempo. Recuerdo aquellos días en los que por alguna razón extraña, comencé a sentir miedo en las noches. Aquellas veces estaba convencido de que la única forma que podría impedir que las ratas me comieran, era durmiendo antes de las doce de la noche. Después debía estar alerta en caso de algún ataque, por lo general esperaba al asesino cubierto por las sabanas, eran estas mi escudo protector.
Los tres caminamos por ferrocarril hacia el potrero, el coto me pasa la cerveza que ya le quedaba poco menos de la mitad, y mientras me la empinaba miraba aquellas pequeñas nubes grises que se desplazaban rápidamente hacia el oeste. El pancho iba pateando una lata de bebida achurruscada, arrastrándola y enviando pases al vacio para el próximo jugador que era el mismo. Llegando a la pasada hacia el abrazo, el pancho se empina el último concho de cerveza, aquel que mas baba que refresco, se instalaba en mis mas fuertes convicciones de mi asco hacia aquellas actitudes inexplicables del pancho. La mayoría opta por botar el ultimo concho, pero el pancho estaba siempre ahí, a la fila, esperando el último sorbo y sin importar las muecas de asco que hacían los demás al ver esta manía de mi amigo, pero mas preocupado me tenían las ratas, el coto parecía extasiado saltando sobre las bancas, simulando una avioneta, y chiflando de manera profunda hacia el potrero.
Al llegar a la pandereta larga que dividía a los héroes del potrero, nos dirigimos hace una esquina en donde había un hoyo perfecto, por donde se pasaba hacia el otro lado. Atravesamos el muro sin mayor cuidado, miro al potrero, que inmenso en su lugar era el único residuo que queda de lo que un día fue nuestra villa, una solitaria isla entre el campo y sus aromas, ahora lo que quedaba de él, era tan solo lo que prometía ser quizás, en un futuro no muy lejano, algún paradero de micro que es en lo que se vuelven por el destino, aquellos espacios verdes desocupados, pero poco valorados. Para mí era genial, para el dieciocho se llenaba de volantines y cometas, durante el año, se armaban feroces partidos de futbol en aquella cancha inmensa, quizás la única cancha de pasto que aun que de arcos de madera, no le envidiaba en porte a ninguna cancha privada. En el fondo, los eucaliptos gigantes separaban aquel “potrero” de la parcela privada, la única que iba quedando dado que el dueño se rehusaba a venderla al municipio, para seguir construyendo casas.
El cielo ennegrecido se escondía tras los gigantes que rígidos parecían un ejército bien formado, frente a los azotes de la urbanidad. Cuando el pancho atraviesa el muro lanza la botella lejos, la cual luego de volar unos metros cae en picada reventándose sobre una piedra.
-¡¡Oye cuidaaaado que los vai a despertar!!-
Miramos hacia un costado del muro, y una niña con chalas rosadas miraba una caja de zapatos blanca tapada con un trapo viejo. Nos acercamos curiosos hacia el evento, yo solo rezaba por que no fuera una rata o un gato muerto o algo así. Nunca comprendí aquella afición de algunos por ver cuerpos desarmados de perros atropellados, característica de la cual se hacía acreedor el coto dado que su papá tenía una carnicería, insistía en describir cada parte del animal o cada residuo de este difunto, según decía él, de manera “perfecta”.
-¿tenis un perro muerto?- preguntó el coto asomando su cabeza, pero no lograba ver nada.
- pero no gritiiis que se asuuuustan- la niña algo molesta por la bulla de mis amigos, descubrió una parte de la caja dejando a la luz al menos ocho gatos pequeños, que para mi eran casi fetos, pero según el pancho tenían al menos una semana de vida.
Estábamos en eso cuando escuchamos un chiflido, el coto se levanta tambaleante, chiflando casi al lado de la niña, acto que casi le cuesta la vida dada la patada en la canilla que le había lanzado sin mayor éxito la “pendeja culiá”, como le responde el coto caminando hacia el canal, nosotros lo seguimos desatando una risotada que parecía no hacerle cosquillas al involucrado.
-¡cacha el chiri!-
- ¿que guea está haciendo ese gueon?
- no cacho, está el Monchi también, no cacho quien mas-
Al acercarnos veo que el Chiri esta estrujando sus pantalones, su cabellera rubia empapada despegaba gotas hacia el suelo, al levantar su cara lo veo tentado de risa y acercándose a nosotros.
-Me caí al canal chuchetumare- dice motivando un par de risotadas huecas del pancho.
-¿Qué guea te tiraste un Piquero culeado?
- nooo, si perdí en batalla, me gano el Monchi culeado-
-¿y adonde están los cabros?
-En el club po gueon-
Seguimos el camino hacia el club bordeando los sauces que entrampaban el rio, hasta que encontramos un espacio entre dos matorrales, como un hoyo negro a través del cual desciende sin miedo el pancho, enseguida me asomo por la cavidad para poder ver hacia el otro lado que tan lejos estaba el canal de aquel pasadizo, pero no se ve mucho, solo las zapatillas del pancho y este que saluda al Monchi, a su lado hay cerca de siete tipos mas, que se ríen y gritan cuando llega el Chiri por el otro lado del canal, trato de ver si algún ratón seguiría mis pasos, cuando el coto me empuja por el trasero, haciendo que casi caiga al canal de sopetón.
-Puta saco gueaaaa, casi me caigo al canal-
-Pero pah que soy tan miedoso gueon, si los dinosaurios no existen-
-Cállate culiao, te voy a empujar a voh, pah ver si te gusta caerte sobre la caca-
-¿cabros quien pelea ahora?- El Monchi portaba una rama gigante, que casi lo doblaba en tamaño. Este tipo tenía 19 por lo que había oído, era alto y panzón pero no gordo, caminaba arrastrando las zapatillas por lo que era el terror de los niños chicos, que asustados por los cuentos que el coto, principalmente se encargaba de divulgar sobre él, corrían hacia sus casa cada vez que escuchaban el “shhh shhh”, de su caminar. Pero no era lo que mas temían de él, su cabellera larga casi hasta los hombros, tapaban sus ojos como esos perros con chasquilla, dejando entrever una nariz prominente y rojiza como de borracho de cantina, aun así, el tipo era un pan de dios. Nunca lo vi tomar ni fumar, andaba principalmente solo, con unos pantalones anchos Adidas azules con blanco (ya parecía plomo), que según decían, no se los sacaba desde la navidad del año pasado.
Mientras lo saludaba y me presentaban al resto del grupo, el chiri y el pancho pasan a una especie de lagunilla que se formaba al otro lado del canal, se subían a las jorobas de unas rocas, acomodándose en equilibrio y sujetados por el coto que les hablaba como explicándole las reglas. El chiri y su melena rubia, no hacían mas que darle una apariencia de niñito cuico pero hiperactivo, de la primera característica no era propietario, en absoluto, era mas pobre que todos juntos. Decían que su papá era milico cuando aún caminaba, y que tenía un cajón de balas de metralletas en su patio, y que la metralleta descansaba bajo su almohada sagradamente todas las noches.
El pancho sujetado firme por una rama gorda pero corta, conseguía afianzarse en las rocas, todo este tipo de pruebas para mi amigo eran un manjar, ya mencionaba su similitud a algún niño de la selva. Cinco tipos se ponían alrededor de la lagunilla, el Pato, un cabro de no más de trece años, con esa cara de pobre con rabia, se subía a la copa de un sauce pequeño casi de un salto, tirándole escupos al chiri a lo que este le respondía con un golpe de rama en su espalda. Sin anunciar la partida el chiri empuja al pancho con su palo alargado, pero mi amigo se agacha tras recibir el golpe y casi sin hacer ademanes de aquel movimiento, se restablece en posición, como diciendo “aquí no ha pasado nada”.
El pancho flecta sus rodillas como surfeando, esquivando los ramazos del chiri, que mas pequeño, lanzaba golpeas al aire endemoniado. Cuando el pancho hace un movimiento como preparando un golpe con su rama letal, el chiri se le adelanta y le golpea la rodilla, pero el pancho levanta su pierna enterrando su palo en el barro, y al mismo tiempo en que el chiri intentaba golpearle la otra pierna con la rama, levanta la otra apierna por lo que el golpe choca de lleno con el palo del pancho que había enterrado en el barro como una extremidad mas. El golpe remeció el cuerpo de pollo cosido del chiri, haciéndolo tambalear por unos segundos, y cayendo de espaldas al barro de aquella laguna. Todos se largan a gritar aplaudiendo, el coto ayudando a salir al pancho de aquel mini-pantano, lo abraza como felicitándolo por la proeza, por otro lado el Pato, ayudaba a levantarse al chiri con una rama dado que confianza en el canal, no había que tenerle a nadie, y cualquier paso en falso, o descuido era causa potencial de un eventual empujón.
De un momento a otro, todos comienzan a correr junto al cauce del canal, saltando de un lado a otro de su forma (esta no tenía más de dos metro de ancho). Comienzo a correr mirando hacia los lados procurando siempre no tropezar con alguna rata o perro muerto, cuando de un salto el Monchi se encarama en un árbol de grueso tronco. Veía que el pato y los demás, esperaban algo, como haciéndole indicaciones.
-los plumavit -, dice el pancho casi que poniendo sus ojos blancos y su boca abierta como pescado, alucinado completamente con la escena. Al cabo de unos segundos, todos se hacen a un lado y un cubo de plumavit gigante, cae rebotando como un dado levantando una polvareda y todos se abalanzan sobre él para que no cayese al canal.
-¡cuidado que ahí va el otro!- le oigo decir al Monchi, que como sansón, envía el otro plumavit mas hacia el potrero, para que no ocurriera un percance con los que estaba sobre el primer cubo. Era un buen tipo, se preocupaba por los demás, de alguna u otra forma siempre sentí que los miedos que el provocaba eran injustificados o solo radicaban en su apariencia, no en su actuar.
Cuando cae el segundo plumavit todos se lanzan ahora sobre él, pero solo el pancho logra sacudirlo de un lado a otro, botando a los demás palitroques que buscaban hacerse acreedores de aquella manzana madura de gigante tamaño. Al rato el Monchi salta del árbol, y comienza a hablar con el pancho agitándole los brazos. Mi amigo le sonríe y levanta la plumavit con sus dos brazos por sobre su cabeza, caminando hacia el canal, en el otro “dado gigante” había otro tipo moreno de grandes cejas que nunca había visto.
-¿quién es ese gueon que va con la otra plumavi? Le pregunto al coto, mientras este sonreía observando la escena.
-es el Pinky, le dicen así por que cuando se altera le da la locura gueon, creo que el loco le pegó un camotazo al negro, un cabro del silo, y lo dejo vegetal, no sé si es verdad pero de que el gueon es raro, es raro.
Según mi impresión era un tipo normal, solo que sus cejas eran notoriamente gigantes, era un poco mas alto que yo y delgado, andaba con unos short fucsias, y sus rodillas parecían tatuadas con barro.
-¿oe toño, no le queris aplicar antes que yo? – me dice el pancho, a lo que respondo con una negativa, pero me acerco mas a la escena para tantear terreno, quizás en la próxima vuelta subía.
-deja cachar la movida primero, voh te hay subido antes, yo no poh gueon- le digo instándolo a proceder, pero mi amigo ya estaba presto a lanzarse sobre la plumavit.
Dos tipos por cada lado, sujetaban el cubo mientras el pancho se abrochaba sus zapatillas para prevenir cualquier evento desagradable, aunque para él, todo lo que tuviera que ver con algún canal y esas cosas, eran tremendamente bienvenidas. El pancho corre a los dos tipos que estaban de su lado sujetando la plumavit y se encarama sobre el cubo, el cual se balancea como barco pirata. Por un momento pensé que se caería, pero se agarro fieramente con sus garras de animal en el cubo y quedo ahí, de lo mas instalado, cruzo sus piernas a lo indio y le dijo a los tipos que lo soltaran, así se fue canal abajo a una velocidad considerable. Comenzamos a correr a su lado con el coto, pero en momentos la velocidad del plumavit se hacía imposible de igualar por nuestras capacidades.
Mi amigo iba gritando como loco, se escuchaba el eco de sus aullidos cuando entra a un túnel formado por sauces y arbustos ladeados, como chupados por la atracción del canal. Ahí no pudimos seguirlo porque el espacio entre el borde y los árboles era mínimo, y con el coto nos quedamos mirando, solo escuchábamos los gritos del pancho. A los segundos y mientras tratábamos de ver a lo lejos a nuestro amigo, pasa otra plumavit con el Pinky arriba, a nuestras espaldas todos los demás nos pasan corriendo.
-¡Por fuera gueon, vayan por fuera! - dice el Monchi, por lo que nos unimos a su peregrinación de éxtasis y gritos. El túnel comenzaba a hacerse menos oscuro y se veía pasar entre las ramas al pancho y al Pinky con las plumavits juntas, disminuyendo la velocidad. Por un momento se estancan como en una mini cascada, y el pancho salta de un brinco de la plumavit mientras los demás trataban de sacarla del agua. Por otro lado, un salto en falso del Pinky casi le cuesta la vida, si no fuese por otro tipo que lo alcanza a sostener de la polera.
El pancho se acerca a nosotros, de manera gloriosa e impecable, sin una gota de agua descompuesta en su ropa, diciéndome:
-ya, te toca gueon-
-Si se gueon si ahora me tiro, si ya le pille la maña- le dije comprendiendo que la cosa era mantenerse lo mas quieto posible, para que el cubo no se balanceara.
-Gueon es fácil, voh coto, también tenis que hacerla, en el otro plumavit.
El coto completamente extasiado por la situación, decide ir en el otro plumavit con aquella cuota de seguridad injustificada, tan frágil como su vulnerabilidad a aquellos desafíos que lo ponían en peligro, el sabia que bien en el fondo, no le encantaba la idea de hacerlo, sentía que podía caer y ser el hazme reír de todos los cabros, pero con sus pequeñas risas burlescas les hacía comprender a todos que no había problema, que estaba todo bien.
Esta vez el coto y yo cargábamos un cubo por el lado seco, el otro lo llevaba el Pinky. Tras nosotros los cabros chiflaban canal arriba mirando hacia el lugar en donde estábamos anteriormente, y unos niños en bicicleta salían del potrero acelerando asustados. Cuando llegamos a la boca del canal, que era como una entrada gigantesca de los dos sauces mas grandes de su cauce, junto con el coto dejamos el cubo sobre el canal, y lo afirmamos con una rama trabándolo por su parte inferior. Lo mismo hace el Pinky y otro tipo más adelante.
-Yo voy en el de atrás- dice el coto. Lo notaba un poco asustado, su máscara casi que se le caía, por lo que me dio pena y accedí a ir de los primeros.
-Oye gueon, esa es buena idea, trancarlos abajo con un palo atravesado gueon, así no tienen que estar quince gueones afirmando la guea para subir- Dice el Monchi como felicitándonos por la idea reveladora, que era realmente básica.
Comencé a sentir que sería aun mas difícil subir sin que otros tipos sujetaran el plumavit, por lo que le dije al pancho que hiciera presión por el otro lado con un palo, a lo que el accedió saltando el cauce del canal de inmediato. El coto atrás, miraba atento cada paso que daba, bien sabia que pocos se caen del plumavit, pero que habían posibilidades ciertas de que esto ocurriera, sobre todo con aquellos que suban por primera vez como era nuestro caso, por lo que sentía sus suplicas internas para que me cayera al canal, así las posibilidades de que fallara él producto de la infame mala suerte, serian menores.
-¡ahora gueon, salta ahora!- me dice el pancho señalándome con su mano el cubo gigante.
Decido no tomar vuelo para no caer, y cuando puse un pie sobre el plumavit, este se volcó cayendo por su otra cara al canal, y mi pierna que quedaba en el aire cae también, pero logro afirmarme de un árbol por lo que solo una zapatilla sale herida en tal maniobra errática. Al detenerme en la orilla, miro mi pie que agarraba un tono café, ni quise imaginar que podría quedar atascado dentro de mis calcetas, pero era una posibilidad no menor.
Tras de mí El coto se reía como hiena y hacia burlas agitando las risotadas de los demás. Sin esperar más y sobre el mismo acto, salté sobre la plumavit, y el pancho se echa hacia atrás sorprendido, el cubo se vaivenea un momento, pero me senté sobre mis piernas, y me afirme de los extremos del plumavit intentando estabilizarlo, maniobra que me salva de un segundo intento fallido. Las risas se transforman en aplausos, y mi pantalón de buzo comenzaba a mojarse por mi zapatilla que había entrado en contacto al menos un par de segundos con el agua podrida del canal.
Al rato el pancho suelta la rama que sujetaba la plumavit y este toma un vuelo que no había alcanzado anteriormente con el pancho, intenté sentarme “a lo indicito” pero temiendo que este se volcara mantuve mi posición que no era del todo incomoda. Veía al pancho que corría como venado junto a mi trayectoria, y me gritaba “bueeena gueoooon, boniiita”, solo miraba hacia adelante para evitar movimientos torpes que me desestabilizaran, al rato escuchó unas risotadas, y oigo al pancho gritar hacia atrás “se cayó por saco gueaaa”. Supe que el coto se había caído en su primer intento, y me sentí seguro de mi maniobra. Al otro lado del canal veía los autos que pasaba a 100 km/hrs, por el camino Melipilla, y por el otro, el pancho que se quedaba atrás, justo cuando comenzaba a entrar al túnel de sauces.
Agaché mi cabeza y me sujete con fuerza de las esquinas del cubo, pequeños golpes de luz golpean mi cara, inmersa en la oscuridad del túnel en done ya nada dependía de mi. Cuando siento pequeños pasitos por las orillas del canal, por un momento vi a algo parecido a un gato saltar despavorido de un lado del canal al otro y meterse por una cueva, ¡era un guaren gigante!, por lo que mi frente comenzó a sudar y cerré los ojos. Cuando sentí la luz entrar por las pequeñas cavidades del túnel, me percate de que la velocidad que había alcanzado era mucha, pero no me atrevía a sujetarme de las ramas de arriba para no caer, a un lado el pancho me gritaba “¡¡freeena gueooooon, freeeenaaaaaaaaaaaaa!!”, pero estaba estancado por la presencia de los ratones y aquel guaren gigantesco que había saltado de un lado a otro con tal fluidez como solo el pancho podía.
Al salir del túnel y al llegar a la cascada me sujeté con fuerza, tras ver aquellas ramas que detenían las plumavits. El ancho del canal se reducía, por lo que comencé a golpear las orillas de manera no intencionada, en reiteradas ocasiones. Pero mi cubo iba con tal fuerza que choco con aquel montón de desperdicios y los sumergió de un golpe, el choque me sacudió y cuando casi me preparaba para saltar hacia un borde con el cubo andando, me percato de que todos chiflan y gritan tras de mí, entre ellos el pancho que soltaba carcajadas y chillidos diciendo: “¡buenaaa toño culeadooo!”. La velocidad disminuyó y el pancho me alcanzó con su carrera de niño selvático, mire hacia el lado y me sentí mas seguro que nunca, el pancho ya no me gritaba, solo me hablaba dándome indicaciones para seguir el viaje, atrás venían todos corriendo y siento nuevamente carcajadas y chiflidos, el pancho se larga reír, y el ancho del canal se extiende al menos un metro mas, por lo que mi plumavit comienza a girar lentamente, permitiéndome mirar, como el coto intentaba salir del canal, y su plumavit que seguía flotando varios metros tras de mí.
-se cayó el coto culeado, puta que es gueon- se calló dos veces. Ese ya no va por otra-
-¿cachaste gueon? Agarré caleta de vuelo, gueon, caché un guaren gigante en el túnel gueon-
-Si lo vi, parecía gato la mierda esa, oye gueon, te las mandaste, como chucha pasaste la barrera de ramas, pensé que las habiai saltado-
-no sé qué chucha… me afirmé no mas, y ya estaba del otro lado-
Al rato la velocidad de mi cubo disminuye, y el pancho con su rama me atrae hacia una orilla, los demás se veían como puntos pequeños agitándose y bailando a lo lejos y bajo los chillidos continuos, dándole un tono de ceremonia de alguna tribu indígena. Vi que podía seguir el viaje, quizás hasta donde, me imagine que podría llegar fácilmente hasta el potrero privado del Huaso que le disparo al tipo el año pasado, cuando intentaba sacar manzanas.
-hasta acá no mas gueon, porque tu sabís que viene después, y soy muy joven y rico como pa que me peguen un tiro-
-si se, ahora el medio rally pah devolverse-
Salgo con cuidado del cubo, y el pancho lo sube a la superficie, mire hacia el lado opuesto al camino melipilla, y me percaté que estábamos en el final del camino, justo metros antes de los eucaliptos gigantes que dividían el potrero nuestro, de la propiedad privada del viejo vaquero. Recuerdo que aquel día, estábamos tomando once en mi casa, con mis padres y mi hermano pequeño viendo la televisión, cuando pasa la noticia de que en los héroes habían baleado a un tipo de 17 años, que había entrado en la parcela de un viejo que cosechaba frutas.
Recuerdo que aquella vez me sentí contento de que nombraran a “los héroes en televisión”, pero mi padre se ocupo de borrar aquel orgullo, sermoneándome sobre no pasar a las propiedades ajenas, porque dentro de ellas, los tipos podían dispararle a cualquiera.
Cuando comenzábamos a llegar donde los cabros, y tragándome la historia completa de mi periplo por las aguas del canal por parte del peor contador que historias que existe en la tierra, veo que el coto está estrujando su polera y los demás tipos se fumaban un cigarro bajo la casa club, que en el fondo no era casa, sino mas bien un árbol con ramas florecidas, en las que cada uno podía ocupar un puesto. Veo que el Monchi habla con una señora y una mina, de veinte años mas o menos, media punk, pero bastante aceptable, de unos ojos azules poco vistos por mis barrios. Al acercarnos, todos me felicitan, menos el coto, que estaba de espaldas, estrujando su polera que no paraba de botar agua.
-Éste, este gueon batalló con su hijo tía, ¿cierto pancho?- le dice el Monchi a la señora, de la cual solo salieron carcajadas, mirando a mi malogrado amigo, que lanzaba la plumavit por los aires.
-¿Así que tu le ganaste a al Chiri? Le dice la señora, con un tono burlesco, mirando con cara de perro muerto al chiri que solo balanceaba su frente hacia el piso, estrujando lo que quedaba de agua de sus pantalones.
El pancho sonrojándose asiente esperando, pienso, un insulto por parte de la madre del chiri, pero nada, solo se ríe y escucha como el Monchi le cuenta la historia de la batalla.
-y este cabro de acá, pasó la barra, la saltó, yo no vi muy bien pero los cabros dicen que voló sobre la barrera y cayó al otro lado, y que llego hasta la parcela del vaquero ¿cierto toño?-
-siiii igual fue peluda la cosa, pero no es difícil, si no tiene mucha ciencia, es afirmarse bien no mas y gritar canal abajo, nada mas- la tipa que venía junto a la mamá del chiri, me mira diciéndome:
-¿Y yo me puedo subir?
-no sé, no te lo recomiendo, te podis caer-
-ese gueon se cayó recién, ese que esta a guata pela- dice el pancho apuntando al coto, que no boletaba ni para saludar.
-¡ya, voy!, tú que le pegai a la cosa, ayúdame- Dice la tipa caminando hacia el comienzo del canal, yo cargo mi plumavit y la sigo. Todos murmullan pero no se atreven a decir nada, creo que es la cuñada del chiri, la polola del hermano y ese gueon si que es cuatico.
La mina es bien rica, de pelo teñido colorín, sus facciones son armoniosas y su pinta que si bien es de punky, no es menos coqueta, con una mini de jeans, y unas pantis negras rajadas bajo éstas.
Todos se acercan a mi alrededor sin decir una palabra, yo solo instalaba la plumavit, de la manera mas segura posible para que la tipa no se cayera como le había sucedido a mi amigo coto. Salto hacia el otro lado del canal, para firmar el cubo con el palo y miro la cara de expectación de todos, que no soltaban ni un murmullo, solo las risas mínimas y contenidas además de algunos comentarios de la mamá del chiri; “y esta gueona después le da besos a mi hijo, pasada a guaren” o “¡agárrate gueona cochina!”, lo que le daba un aspecto bien chocante a la escena, media incomoda. Me imaginaba a mi mamá ahí, en este lugar, frente al canal y sus guarenes, frente a todos los desperdicios de Maipú mirando como su cuñada, la futura esposa de su hijo quizás, nadie sabe, se lanzaba sobre un plumavit por el canal.
Cuando casi tenia listo el cubo, y las ramas sujetándolo, me volteo para buscar alguna otra rama que pudieran contener mejor la plumavit, pero siento un grito medio atarazando de una mujer que brinca a mis espaldas sobre el cubo estacionado, pero al voltear solo veo al cubo volar por el aire para caer sobre la orilla, a los pies de los espectadores y solo las converse de la tipa que se sumergió de cabeza en el agua, aleteando como un ganso sin cabeza, por lo que todos se aproximaron para ayudarla a salir, la tipa con los ojos cerrados y tosiendo, intenta salir entre llantos e insultos, cuando veo que todos están pasmados frente a lo ocurrido, tratando de sacar fotos de los mejores ángulos posibles. Por mi parte veo que su falda esta por el cuello, y que sus calzones estaban corridos. Pude conocer hasta el patio de la casa y sin haber sido invitado al cumpleaños. Por el otro lado, los demás parecían un grupo de sapos bordeando algún lago, solo faltaban los “guerec” y dicho cuadro ya se daba por hecho. La tipa sale llorando acomodándose la falda y la ropa interior, y el chiri la afirma poniéndole su brazo alrededor de la cintura, la mama del Chiri, se larga del lugar lanzando risotadas junto a la pareja, y todos nos quedamos atónitos mirando la escena sin saber que decir.
-¿Estaba peinadito, se lo viste?- dice el Monchi al Pinky que no lograba despegar una palabra de su boca.
-Si le vi todo gueon, pero el toño tubo su platea gueon, tiene que haberle visto hasta el alma.
Todos me miraban esperando una respuesta, yo los miraba si encontrar alguna palabra justa o comentario acorde a la ocasión, solo atiné a encogerme de hombros y a comenzar la retirada del lugar de los hechos.
-Puta este culiao, primera vez que viene, se pega el mejor salto de la historia en el canal, y más en sima le cuartea la mina al hermano del chiri, dos gueas que todos quieren hacer pero que nunca nadie ha salido ileso para contarlo- dice el Monchi lanzando un escupo al suelo, medio enojado y desilusionado, a lo que todos contestamos con una risotada conjunta.
A nuestras espaldas el cielo comenzaba a cerrarse, los sauces comenzaban a llorar con el poco viento que corría, desatando su pena que nunca nadie ha logrado descifrar pero de la cual nadie duda, los árboles gigantes se despedían a lo lejos, con sus corazones de eucaliptus que caían veloces al suelo. Al rato, pequeñas gotas caen del cielo limpiando nuestras ropas descompuestas, mojando nuestra cabellera sana, todos comenzamos a correr en direcciones distintas, algunos hacia el galpón, el Monchi, el coto y el pancho y yo, hacia nuestra villa.
Tal parece que la lluvia nos sorprendió a todos.






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miércoles, 22 de abril de 2009

Con M de Maraca

Aún faltan dos minutos para entrar a clases, ya ha llegado la mayoría del curso, están todos en el patio, conversando. A esas horas no hay mucho ánimo para hacer lo que sea, el ánimo tiene que ser producto de una motivación, por no decir obligación, de parte de algún profesor que mientras no sea de matemáticas, a las ocho, entienda como una misión el captar la atención de cuarenta alumnos con menos de 5 horas de sueño.
El patio golpea nuestras caras. Es pequeño como una caja de fósforos, son dos “multi-canchas”, que como la navaja suiza, tiene múltiples usos: voleibol, baby futbol, basquetbol, o simplemente mata ocios, de la forma que sea.
Por los recreos se da la evidencia en piel, de la sobre población den el patio. Son 90 x 80 metros para albergar a 12 cursos de 35 alumnos aproximadamente. Y las canchas están firmadas en letras de antemano, por los cursos mayores que por lo general juegan voleibol, ya que no es permitido jugar a la pelota, previniendo desordenes y accidentes que pudiese ocasionar tal evento en un patio tan pequeño. De esta forma, la distribución de los alumnos es clara; en los alrededores de la canchas, los cursos más pequeños. En un partido de 5 equipos, los mayores. Los pelotazos en la cabeza de algún descuidado son típicos, a lo menos cada 5 minutos, seguido por la risa contagiosa de algo que a esas alturas, pareciese el monstruo de viña del mar, el cual no perdona una escena que es tan típica en nuestro colegio, pero no por eso menos graciosa. La pelota de voleibol es liviana como una pelota plástica tallada con el mapamundi típico de cualquier bazar de Santiago. Solo sacude a su víctima haciéndola tambalear, para luego dejarla casi sin rasguños ni mareos, que continúe la conversación que hasta antes del pelotazo, llevaba animadamente con sus compañeros.
En el patio golpean las pelotas y golpea su color. Golpean sus paredes y el diseño del piso, dado que ya con nueve años conviviendo en el, hay ese algo familiar, pero su color, su color…eso es algo nunca antes visto. El naranjo fosforescente de las paredes y la simulada pista atlética, contrasta con el verde fosforescente de las canchas. El patio golpea por que bien pudo ser verde musgo, o verde oscuro, simulando pasto, pero por alguna razón es verde fosforescente, lo que destruye los ojos, sobre todo a esas horas de la mañana. pareciese absorber toda la energía de un sol madrugador, que descarga su calor insoportable por las tardes, todo eso contrastado con la madera vieja, construyen un ambiente, que en invierno, te cagas de frío, y en verano, te cagas de calor, de cualquier forma, la cagada es igual. Pero es único, es amigable, es enternecedor. No sé, sus setenta años se notan, es una casona vieja, llena de recuerdos. Por este mismo patio boxeador paso hasta Víctor Jara, quizás se llevó varios pelotazos de recuerdo, en su cabellera ondulada, y eso se siente en las paredes, se siente en las salas de techo amplio, de bancos y sillas de madera. Se siente en la atmósfera, en los profesores, que pocas veces dejan escapar un comentario político, se siente entre los curas, que creen han hecho y dedicado sus vidas a lo correcto, nosotros le hacemos sentir esa convicción y dicha, con el alto rendimiento de su alumnado y profesorado.
Todo es paz a esas horas, las conversaciones son solo una mezcla entre murmullos y bostezos, pero la paz nunca es constante, siempre se ve interrumpida por la llegada del señor Barrientos. Detective- inspector, que no gusta de los productos de la moda ni estilos musicales. Por tanto, odia mis pantalones bajos y odia los pircing del beno. Le encuentro la razón en su justa medida, por eso los bajo, pero no tanto, mi compañero de cigarros, no se quita todos los pircings, solo deja el de su lengua y pone un palo de orégano en su ceja -para que no se cierre el hoyo”- me dice.
Recorre el patio con lupa persiguiendo todo aquello que pueda ser síntoma de anormalidad. Gusta de entrar a la sala a eso de las 11:00 de la mañana, interrumpiendo la clase, para decirnos: “ustedes ya no son lo niños de básica, ya son jóvenes de la enseñanza media, y hay ciertos comportamientos, que deben ser coherentes a su edad”. Y no suena mal, inclusive podría ser la letra de una canción, pero lo hemos escuchados tantas veces, en innumerables ocasiones “ustedes ya no son los bebes de cuarto básico, ya van en quinto…ya dejaron de ser, lo niños de quinto, ahora pasaron a septo, ya no son la niñitos de la básica, ya son jóvenes (a veces dice hombrecitos) de la media”, y así sucesivamente.
- gueon, te tengo que contar lo que me pasó el fin de semana, te vai a cagar aquí mismo-
- a no gueis, no digai esa palabra sagrada después de que me fumo un cigarro-
- en serio gueon, ¿te ha pasado algo, en algún momento que estis muerto de sueño, tanto así, que al final no sabis si lo que pasó fue un sueño, o fue realidad?-
- chucha la pregunta culiada que te tiraste, y a esta hora, cuéntame en el recreo mejor...
- no gueon, en serio, vi un muerto, o sea, vi su mano, cuando fui a buscar a la Marce al rapanui-
-¿la fuiste a buscar al rapa? Que eris saco guea, déjala que haga lo que quiera, si mientras no tengai 18 no podis entrar-
- si la fui a buscar por otra cosa, venía del Eurocentro, andaba viendo música, estaba haciendo la hora para que nos juntáramos, y me manda un mensaje culeado, diciéndome que no va a poder juntarse conmigo, que se había comprometido con unas amigas-
- aaaa, déjame ahí no mas toño culeado, ya sé en la que anda la Marce-
-espérate, la cosa es que me da la indiada, y como sé que desde que se hizo amiga de esa gueona que conoce al dueño del rapa, la dejan entrar así, sin carnet, ya ha ido como cuatro veces, y eso no me gusta mucho.
-¿no te gusta?, shh, yo encantado entraría a ese paraíso lleno de minas con la cola bien tomada, los ojos bien pintados, los pantalones bien apretados, el colaless bien marcadito, bien putas las gueonas-
- no si no me gusta que salga con esa mina, que es bien maraca-
-¿preséntala?-
-puta beno, gueon, te estoy contando algo bien serio, fuera de talla, amárrate el pico un rato-
-¿pero es maraca… maraca?-
- chucha, si te contara. Cacha que la otra vez fui a un carrete de curso de la Marce, y andaba esa mina, que se abra comido mínimo a seis locos, y eso que desaparecía a cada rato, y no fui con ella al baño, ni tampoco la acompañé al patio, de mas que ahí la suma sigue.
- a mierda, la gueona maraca-
-Maraca po gueon-
-pero maraca, MARACA-
-con M de maraca-
De pronto la ventisca de una serie de palabras entonadas desde lo más profundo de un estomago, con un tono ensordecedor, impacta nuestros oídos al mismo tiempo, lanzándonos hacia ambos lados, abriendo un camino para que aparezcan unos zapatos cafés claros terminados en punta, que conocía de antemano.
- ¡¡QUE SIGNIFICA ESTO JÓVENES!!
El señor Barrientos aparecía entre las tinieblas como Carlos Pinto, impactando nuestra visión de golpe, dejándonos sin palabras, o con muchas de ellas, pero esparcidas por toda nuestra humanidad indefensa y entregada al juicio.
- ¿así se refieren a la mujer, aquella mujer esforzada que trabaja por sus hijos como sus madres? ¿Se refieren a aquella mujer que no descansa para que ustedes puedan estudiar?, ¿A la misma mujer que comparte con ustedes sus alegrías y penas como sus hermanas?, ¿a aquella mujer llena de sabiduría, y cariño, como sus abuelas?, ¿a esas mujeres se refieren?
No sé si fue la cantidad de preguntas que nos hizo el inspector, pero algo nos sacudió como tomándonos de los pies, y de cabeza, botando todas las “Maracas”, que habíamos desenfundado en esos minutos.
- de pie señores- nos dice Barrientos, y yo que casi sudando no alcanzaba a subir mis pantalones, para alcanzar su pleno gusto, y amortiguar el castigo. El beno miraba con su perfil más amable, ocultando el palo de orégano que había olvidado quitar de su ceja izquierda.
- ¿pero qué es esto?, ¿un circo?, me esperan ambos en la oficina, con sus libretas, ya vamos a tener una conversación-

El mundo casi se nos cae, sabíamos que estar en la capacha, era el comienzo de una prolongada lista negra que duraba lo que dura la memoria del inspector Barrientos, o sea, el resto del año.
Caminando cabeza gacha, dejamos atrás al señor Barrientos que mientras seguía su inspección (señor palacios, venga para acá, déjeme ver su pelo), el beno iba callado, noté que la situación lo había afectado. Lo que es a mí, me preocupaba el hecho de que mi madre supiera que hablaba así, no sé, muchas cosas se me vienen a la cabeza, mi madre, mi abuela, mis primas, mis amigas, siento que es una estupidez que tenga la culpa tan sobre mi conciencia, en el fondo es una tontera, pero andar con los pantalones arriba el resto del año, es casi tan incomodo como el peso de la conciencia.
- oye toño- me dice el beno, levantando la vista antes de que nos sentáramos en la banca café, situada al costado de la insectoría.
-que guea queris ahora- le digo con un tono de desgano, y resignación.
Mi amigo me mira, con incertidumbre, de reojo, balanceando sus zapatillas en el aire, con sus brazos y piernas simulando un columpio, pero en su expresión no veía peso alguno de la situación, ni conciencia que ameritase un duelo que fuera a lo menos momentáneo.

- ¿me vai a presentar a la mina?-

Siempre por la mañana

Creo en aquellos momentos decisivos que te predefinen. Condenan toda una historia cargada de lo que fuese, al destino. Si, creo en el destino, pero también en la mala suerte. Y el levantarse con el pie derecho para mi es sagrado. Lo de las creencias en aquello mitos cabalísticos es completamente leal, lo recogí de mi madre, que es capaz de abalanzarse sobre mí, si quiero entrar a la casa luego de haber salido. Me siento algo ridículo frente a esta plena adicción a aquellos rituales, pero debo reconocer, que más de alguna vez cuando antes de cerrar la puerta con llave, luego de recordar lo que he olvidado, no vuelvo a salir sin antes sentarme tres veces sobre alguna silla. Todo por mera precaución. Porque entre creer, y no creer y que la suerte te pille desprevenido, prefiero definitivamente lo primero.
Salí del baño con la toalla atada a mi cintura, el pecho descubierto despojaba como el aceite al agua, aquellas gotas de frío que corren irregulares por el cuello, cuando dejas tras la puerta el vapor tibio del baño luego de la ducha de estrictos cinco minutos. Tras la cortina del living, la noche grisácea me dice que aún no ha salido el sol.
Mi cabello casi siempre se seca a los minutos de haber cortado el agua. En mi colegio no permiten el pelo largo y decido no enmendarme en la rebeldía propia de mi edad como estandarte de la escusa, cuando el gel me asienta bastante bien.
Enciendo la luz de mi pieza, y veo aquél desorden del que nunca me he hecho cargo. Mas me vale dejar todo medianamente ordenado, sobre todo ahora que a mi madre le ha dado por revisarme las cosas, con la escusa de que su intención es ordenar mi desorden, que como dice ella es “único” en el mundo. Mi pieza es el único lugar que alberga mis temores y mis desventuras. Es aquel lugar en el que gozo de encender la radio a medio volumen con la toalla atada a la cintura aun, y cantarle al espejo que descansa en una pared apoyado al piso.
En el transcurso, mi hermano pequeño con quien comparto la pieza, decide desprender de su prematura conciencia, palabras sueltas y frases incoherentes propias del sueño interrumpido.
- despierta gueon, que ya son las 6:15 horas- le digo, a lo que él responde con un brazo tapando su cara antes de taparse profundamente con el plumón.
Mi camisa siempre cuelga del living, sobre el mismo colgador de plástico, que descansa toda la semana bajo una lámpara pegada a la pared color blanco invierno. Mi pantalón me espera al borde de la cama, arrugado, pero no es algo que me inquiete, dado que uso los pantalones bajo el trasero, las arrugas se moldean durante el viaje en micro antes de llegar al colegio, cuando decido subirlos un poco, y ajustarme el cinturón.
- apaga la radio poh. Puta la guea-
A un costado de mi cama, están mis zapatos de colegio que no uso hace algunas semanas. Prefiero los bototos punta de fierro que a mi papá le regalan en su trabajo. Aunque inicialmente eran cafés oscuro, los teñí con tinta negra, y quedaron únicos.
Meto la vasta de mis pantalones descosida dentro de los bototos, mientras busco algún cinturón con un diseñado agujero extra, le susurro al espejo un fraseo de method man, que ni siquiera sé si es balbuceo o frases sueltas, me miro de reojo, y aprieto mi pecho y brazos- son las flexiones de brazos - pienso.
- oye, apaga la radio po gueon-
-levántate será mejor, ya son las 6:30.
-pero apágala po gueon-
-pero levántate- le digo observando como se hunde dentro de la cama, como aquel refugio mas violado y flexible a las amenazas de mi música.
Abrocho mi camisa que me queda nadando, la meto dentro del pantalón y la suelto un poco, apretándola con el cinturón de mi papá.
- despierta al Roro, que ya son las 6:15.- dice mi mamá mientras pasa al baño. Pero el "trick trick", que se deprende de la acción que ejerce mi papá, al estrellar la prestobarva con el lavamanos, hacía acto de presencia como marcando territorio. Pero un baño para cinco, no es propiamente el territorio más propicio al marcado. Finalmente hunde su cintura, al paso de mi madre buscando su peineta.
- mami pásame el gel porfa, está sobre la taza, es un frasco azul-
- despierta al roro- dice entregándome el frasco abierto.
Entro nuevamente a la pieza pero el rorro ya está casi cayéndose, dentro de un iglú diseñado por la forma del plumón. Solo se le ve el brazo que toca el suelo.
- levántate socio, ¿o queris que te vista yo?-
Mi hermano comienza a vestirse con la almohada marcada en su frente, que representa la imagen de un niño de nueve primaveras, enamorado de las infantiles ocho horas de sueño.
- parecis un viejo cagado con esos pantalones, le voy a decir a mi mamá-
- levántate pendejo-
Cojo un poco de la sustancia azulosa con mis manos y masajeo mi cabellera, hasta dejar los pelos parados hacia todos lados. Pongo mi corbata de la cual no deshago su nudo desde que mi profe de castellano me ordeno volver a hacerlo, porque como dijo frente a la risa de todo el curso, parecía “pañal de guagua”, y de eso, hace un año aproximadamente.
Me miro al espejo, le sonrío. Salgo a prepararme algún pan tostado con mantequilla, que me afirme hasta el primer recreo. Apago la radio.



Miro por la ventana de la micro, y veo que en su parte trasera, va la mina que siempre se sube a la misma 380 que yo, como por manda y se sienta en el último asiento, pero no mira a nadie. Pareciese que encuentra en su ventana algún panorama nuevo e imperdible. En cierta forma, el viaje hacia cualquier destino constante en micro puede ser mas seductor, dejándose sorprender por las casa y árboles que se ven todos los días por el mismo lado. Pero por alguna razón, a ella le resulta más atractivo. Yo acostumbro hacer el gesto técnico, pero miro a toda la gente a través de la ventana, y me siento poderoso al creer que soy el único que a descubierto los poderes de la mente al contrastar con el vidrio, al concentrar la mirada en un punto fijo.
Mi mamá y el roro van sentados juntos, mi papá va de pie, afirmado del borde del asiento. Yo voy en medio de la micro, al lado de una señora gorda que ya duerme en un asiento que apenas logra sostenerla.
Árboles, casas, almacenes, personas, perros, veo todo, y pareciese que es una película que ya he visto tantas veces, que me llega a dar risa. Sé donde sube quien y de qué forma. Reconozco a aquellos que casi siempre se quedan a bajo de la micro, y a quienes les alcanza para irse colgando. Cada cierta fracción de tiempo, miro de reojo por la ventana a la mina de atrás. Pero está como un cuadro, mirando hacia afuera. Me recuerda a alguien pero no sé quién. Por más que conozco a toda la gente de los héroes, a ella nunca me la he topado en un carrete. Los días jueves va con buzo, y no es que se vea mal, pero se nota que no le gustan los raperos. Lleva una falda roja color ladrillo, y una camisa de un blanco perfecto. Su pelo castaño claro, a la altura del paradero quince de pajaritos comienza a verse mas rubio, y la micro más clara. Los árboles más verdes, y la gente con el ceño fruncido al golpear el sol con su rostro. Yo por mi parte, odio ese instante en que el reflejo de la ventana se hace algo más confuso. Me obliga a mirarla con mayor intensidad, pero no con menos cuidado. De todas las veces que intento llamarla con mi mirada, no acude ni una sola vez a mi intento de atracción. Parece empecinada en no distraerse del paisaje que me parece molesto, si lo considero como mi competencia.
-dame permiso- me dice la señora que ha despertado de golpe tras un lomo de toro.- ha no, falta todavía- me dice volviéndose a sentar, a esas alturas ya tenía a una señora encima disputando el asiento que ni siquiera había pensado ocupar.
Falta poco para que llegue a “las rejas”, lugar en donde la tripulación se divide, mitad y mitad, dependiendo de quien vaya tan atrasado como para continuar el recorrido en metro, y los demás como nosotros, que siempre salen antes de la hora,(motivado por mi madre, por mi, seria de la otra mitad). En ese momento me juego la vida, trato de estar bien despierto para que por aquellas casualidades del destino, pudiese disputar alguna mirada con la mina de atrás, que parece siempre ir atrasada. No parece advertir que la miro, no parece advertir la presencia de nadie en la micro, solo baja junto a su mundo mental, un mundo en el que no hay cabida a las posibilidades ni perturbaciones externas, no hay cabida ni en lo mas mínimo para los mortales como yo. Como atraída por un imán, se embarca directo a la escalera del metro, que a esas alturas parece boca de cocodrilo tragando a miles de animales que hipnotizados por la corriente del mar, como peces caen dentro de su boca, los engulle sin discriminar sabores ni colores.
Primer escalón, Veo su cuerpo perfecto realiza movimientos cortos y rápidos, pero no menos sutiles. Segundo escalón, su falda juguetona se sacude sobre las pantis que acentúan de rojo, movimientos perfectos al caminar. Tercer escalón, mientras ruego que me mire, observo su pelo que juega con el viento confundiendo su color de tonos amarillentos y almendrados. Quinto escalón, por favor, mira hacia mí, mírame. A la altura del séptimo u octavo escalón, siento mis esperanzas diluirse en intentos, su rostro ya pierde mi alcance, sus ojos no levantan su visión del piso, aprieto mis dientes y maldigo a todo el mundo en el metro, maldigo al reloj y sus asuntos presurosos que impiden propagar aquel momento sobre la micro, a lo menos donde pueda ver el destino de la mina esta.
El viaje que continúa deja de ser interesante para mí. Por lo general me voy hacia la puerta de atrás y me siento en la pisadera, en ese lugar espero a “General Velásquez”, para tocar el timbre y despedirme de mi padre y madre. El roro a esas alturas va en su quinto sueño, defendido con malas caras por mi mamá, ante aquellas señoras que intenten quitarle el asiento de la ventana, en donde duerme su hijo menor.
Al bajar de la micro, miro enseguida si el semáforo de General Velásquez esta en rojo, es el momento en que intento cruzar, para no darme la vuelta del tonto hasta el terminal de buses sur.
Al cruzar el bandejon de la alameda, intento buscar el cigarrillo que deje en el bolsillo de la camisa, ruego por que no se haya destrozado durante el presing de la micro. Mientras lo encuentro, llego a la esquina de Federico Scotto, y el “cafés con piernas” que aquel movimiento bullicioso de padres y apoderados, con nota en el diario adjuntada como prueba de su magnitud, no pudieron evitar: “no queremos que perviertan a nuestros hijos”, señora, su hijo viene pervertido desde la casa, cuando decide esperar la micro durante una hora, para que de por casualidad las puertas polarizadas del café se abran y alguna mujer mostrando sus senos deje escapar la perspectiva visual al espectador, en un descuido, que no es aprovechado justamente por la curiosidad. Para la alegría y las horas en la ducha de su hijito precioso.

Cuando llego al segundo pasaje, que dejan entre ver aquellas casonas viejas de un barrio que como muchos saben, de noche “se transforma en la perdición misma del residuo de heladeros y traficantes”, el beno está en la esquina desprendiendo de su forma, un aura de humo.
- ¿queris un cigarrito?, me compré recién una de diez, cacha- me dice mostrando una cajetilla nueva, sin un integrante, que ya era parte de los pulmones de mi amigo-
- traigo, compadre. Sin ninguna lesión, sobrevivió al viaje culiado- le digo asomando sobre mi bolsillo de la camisa al sobreviviente.
-bonita choro, prende la guea, que ya son las 7:50-
El beno es mi compañero de banco, mi yunta, mi amigo. Si bien compartimos un cigarro todos los días antes de entrar a clases, no compartimos los estilos, a él le gusta el punk, a mi el hip hop pero eso no parece importarnos. El vacila mi música cuando suena, yo bacilo el punk, cuando anda con personal.
-¿viste a tu princesa?
-si gueon, la vi, rica como ella sola, si vieray… esos ojos, quedariay para la cagada-
- na si no me gustan las rubias, me gustan las morenitas. Como la lauryn hill, vo cachay a esa mina, la de los fugees, con una negra como esa, quedo como rey-
-jajaja, pero acá en Chile no hay negros po gueon-
-¿y qué?, voh también sabis que acá no hay negros, igual te gusta su música.
- pero eso es bien distinto-
- es la misma guea, si lo pensay bien, es lo mismo.
El beno deja escapar por su cuello de la camisa, dos audífonos que suenan como tarros, al mismo tiempo me habla de cuanta cosa pilla, y yo me rio de cada tontera que se le ocurre.
- el chancho culiao, le gusta molestarme, pero cuando lo molesto se pica, sobre todo cuando le digo chancho culiao, y el gueon es chancho y culeado, si no se que me alega, te apuesto que esa guea la piensa todo el curso pero nadie se la dice.
- que eris saco guea beno- le digo mientras inhalo lo último del cigarro en un suspiro hondo, que inclusive me marea un poco.
Al apagar el cigarro con mi pie, veo mis bototos recién lustrados, que lucen como ellos solos, subo mis pantalones un poco, el beno se saca sus pircing que como contó a comienzo de año “se lo hizo su futura esposa, en las cruces”, refiriéndose a una mina media hippy y rasta, que todos los veranos perfora todo lo que se le presente en aquel balneario del litoral central, con todos los resguardos sanitarios completamente obviados.
La entrada del colegio es lo mejor, sobre todo ahora, que tiene una mezcla de iglesia antigua y casa colonial. El mármol brilla como pared de castillo, y los grandes portones, parecen pesar mas que un edificio. Carlitos, el portero, espera sentado junto a la puerta y saluda a todos con una sonrisa.
- El cigarriiiito- nos dice apenas nos ve. Ambos le sonreímos. Sabemos que es de los nuestros.

viernes, 6 de febrero de 2009

De verdad o mentira

Acabo de acompañar al pancho a comprarse una polera a la plaza de Maipú. El pancho puede ser todo, un saco guea, un volado, un enfermo, pero cuando se propone misiones, por muy ridículas que fuesen, las cumple a cabalidad, con plena rigurosidad, como si solo viera la meta y lo demás fuese un mero trámite. Es raro ver esto, creo que en Chile deben ser especies en extinción. La plaza estaba cansadora como siempre, llena de cosas que uno se pregunta:¿y esto de qué sirve?, al fin y al cabo aparece un comprador que te cierra la boca de un portazo. El chileno medio puede comprar de todo, en cualquier momento. Cuando nos veníamos en la micro, y pasábamos por los depa, pude ver más de 6 departamentos con antena sky. No sé si eso me diga algo, pero tiendo a relacionar lo que falta, con lo que se tiene. Frente a eso nunca encuentro explicación alguna, solo que el ser humano siempre buscará el poder y el placer, lo del placer estaba solucionado como interrogante, con lo anterior, pero lo del poder… tiendo a ocultarlo y a negarlo, pero mientras más lo niego, mas se hace evidente.
Creo que a la gente se le ha educado de muchas maneras, y no hablo de eficiencia frente a ineficiencia, es solo que nadie está preparado para el poder. ¿Cómo gestionarlo?, ahí cambia, hay miles de formas, universidades, estudios, consejos, lo que fuese, pero internamente, en el núcleo de la cabeza, ¿estamos preparados para enfrentar el poder?, ¿Qué tan delgada es la línea que separa al poderoso, del tirano? No sé, a veces creo que la gente habla mucho de liberalismo, de democracia, violando cada palabra con su posible significado, pero, ¿qué tan demócrata y liberales podemos ser los que hablamos de ellos, con nuestros cercanos?, ¿qué tan tolerante puede ser con su mujer un profesor de historia de izquierda?
A diario veo raperos hablando de respeto, honor y de lealtad, y todas esos adornos navideños, pero:¿Dónde queda el honor con sus pares, cuando la pelea es de 10 contra 1 y ese 1 está en el suelo cubriéndose la cabeza? Cuando alguien saca un cañón, cuando la hermana lleva el polola a la casa, o cuando el hermano menor, se pone un pantalón negro apretado, y se peina con gel?, parece que la democracia, el liberalismo, el honor el respeto, y la lealtad, se pierde a la hora de aplicarla en términos prácticos.
Yo no sé qué haría con poder, tengo claro, lo que hacer ahora que no lo tengo, pero no se qué haría al tenerlo, quisiera que tan tolerante podre ser al tener que sociabilizar con un cuico, respetarlo, escuchar sus opiniones clasistas sin golpearlo.
Despierto completamente acalorado, por el sol de la tarde. El sol veraniego de la tarde habla solo, quema callado, no hace bulla ni mete ruido para que lo miren o lo eviten, ataca por la espalda, cuando duermes en la micro, o cuando juegas a la pelota sin polera a eso de las 6:00 en la calle. El sol de la tarde es mas contemplativo, el sol de la mañana pareciese a menudo perseguirnos, molestarnos, incomodarnos, por el contrario el sol de la tarde, solo observa, solo sonríe con colores anaranjados y violetas, cuando hay nubes, y luego se duerme. Es por eso que las escenas románticas son del atardecer, relacionamos el atardecer con el amor, por esa razón. La noche es mas erótica por el placer de lo oculto, de lo negro, de lo sin luz, el romance, con el atardecer a las salida del cine, o a los pies del santa lucia.
Abro los ojos algo aturdido, no sé si es de noche o de mañana, no sé si tengo que ir al colegio, o seguir durmiendo, me acuerdo que es viernes, y me entra una felicidad mesclada con entusiasmo, veo la hora, las 10:15, buena hora.
Pongo la radio, dejo andando el cd que había estado escuchando en la tarde antes de dormir, comienzo a ver que ponerme para salir. Poleron blanco, jeans negros, bototos cafés, no, mejor zapatillas. El gorro negro, igual queda bien. Cuando escuchas rap vestido, no es lo mismo que con cualquier ropa, la sensación es distinta, le cantas al espejo, dan ganas de fumar, escuchar rap con cualquier ropa es extraño.
Me lavo la cara, me preparo un sandwish con jamón, me sirvo un vaso de bebida, mi mama está en el patio con mi papa, están conversando y escuchando música, voy a verlos.
- te llamo el pancho- me dice mi mama, casi no puedo verlos, están a oscuras sentados bajo techo, de fondo se escucha onda disco, pero no diferencio entre grupos, para mi todos son los bee ges.
Tomo el vaso de bebida al seco, como el pan, me preparo otro, saco plata de mi cajón, me miro al espejo, separo mis hombros, bajándolos, levanto mi pecho, meto los jeans dentro de las zapatillas, escucho los balbuceo de lord have mercy, le sonrió al espejo y apago la radio con dolor.
Un montón de niños juegan a la pelota fuera de mi casa, cuando salgo todos me quedan mirando, el Oscar, hijo del vecino del lado de mi casa, me saluda, lo despeino con mi mano, los demás miran como atontados, al rato ciento que siguen jugando a la pelota. Los cabros deben estar Ferrocarril, quizás salió algún carrete, buena movida. Cuando voy saliendo de Morro de Arica me topo con la Feña, la saludo, me dice “que buen poleron te sacaste toño”, le pregunto por los cabros y su cara de entusiasmo que siempre lleva a toda hora cambia.
- los vi hace un rato, andan todos, el pancho, el coto, el juano, andan con el hijo del cana, y otros locos mas que no cacho, pero no se, pase al lado de ellos y ni me pescaron, andan metidos en atados parece, no cacho, no te metay eso si toño, esos son puros gueones- me dice despidiéndose, me quedo parado en medio de la calle. Igual decido ir a ferro, algo me dice que están ahí.
La feña es buena mina, es simpática, es bonita, se viste bien, las tiene todas pienso, siempre me dice cosas como: “que te vestis bakan toño, está linda tu polera, que buen gorro te sacaste”, es de esas minas que te abraza más de lo que te habla, y uno no sabe si pasarse rollos o que. Llego hace poco a los héroes, antes vivía en Santiago centro, el papa trabaja en la good years del camino Melipilla, dice que ahora le queda más cerca su trabajo. La feña se junta con dos gemelas que viven en chipana, y una mina de que no sé de donde salió pero que es rica como ella sola. Las cuatro andan en todos los carretes, aparecen en todos lados, saludan, se quedan un rato, tiran la talla, y se van, cuando no hay más de que hablar, como si todo les aburriera, como si tuvieran siempre otro panorama mejor, pero son ricas, y eso se agradece.
Camino por Héctor fuanzalida siento a lord have mercy, hablar mientras dibujo mi sombra a un costado del camino, prendo un cigarrillo, pongo mi capucha sobre el gorro, en la casa del loco pepe hay un carrete cuatico, la música se siente buena, es un carrete hip-hop, hay gente hasta en la calle, en la vereda, sobre la cuneta, en el ante jardín en todos lados, no veo caras conocidas. Cuando viene gente de afuera a un carrete en los héroes, siempre se quedan fuera de la casa, como si llegar con amigos les propinara una sensación de vértigo o de hombría a lo que no harían de día y solos, sienten que la calle es de ellos, que su reputación parte de mas, al no haber tenido bronca alguna con nadie de por estos lados, por eso hacen esas estupideces, que yo encuentro innecesarias.
Paso en medio de todos, hay un par de minas buenas, raperitas, una de ellas me dice “oye”, no volteo, siento que todos murmullan a mis espaldas, mire hacia en frente, pase el tumulto, mucho humo, risas, conversaciones gritonas, y rap.
Llego a la esquina con Fermín vivaceta, mira la plaza de la pica, al lado de la botillería, está el marcos con unos amigos, pidiendo plata, y volándose. El Marcos me grita algo, no le entendí, solo lo saludo con la cabeza. Doblo por vivaceta hacia ferrocarril. Se ven piños por todos lados, los viernes a veces suelen comportarse como sábados, se intercambian, tanto que hasta confunden. Yo prefiero no carretear los viernes, porque así, es un sábado perdido, y el domingo ni que decir. Creo que el sábado está diseñado para carretear, por nacimiento. El domingo casi siempre se pierde, el viernes es para pasarla con amigos.
Cuando paso por el pasaje guara, siento que me silban, trato de reconocer alguna cara conocida, de entre un grupo como de 12. Vi al coto, que conversaba airadamente con otro tipo. Me acerco.
- wena cabros, ¿en que vola andamos?- digo mientras saludo uno por uno, hasta que llego donde el pancho que está sentado tras la ligustrina, como escondido, al lado del choche.
-wena toño gueon- me dice mirando como para otro lado, sigue conversando con el choche, que le dice algo de unos primos de la villa san Luis.
- déjenme ahí nos mas los culiaos, ¿qué pasa? ¿Hay atado?- le digo mirando a los demás, que parecen concentrados en un monologo del toño.
- nada, que me dieron jugos unos gueones delo abrazo- me dice el pancho mirando el piso.
-¿Qué guea hiciste?
-nada gueon, si me dijeron que habíamos rayado su mural, son de la DMH2, y creo que alguien les rayo la guea ayer en la noche, se las tacho, dicen que fuimos nosotros por que salía algo de LBL, y gueas, y yo ni a un metro, si ayer andaba con el coto gueando en el cerro gasco.
-aaa seguro culiao, ¿vo les rayaste la guea?
- ni ahí con rayarle la guea a giles, si quiero hacerles algo, los voy a buscar a los gueones, que voy a andar rayando una guea. Me dice con la cara roja, y la vena del cuello que se le salía.
-¿y que guea? ¿Te pegaron? Le digo mientras saco otro cigarro
- naaaaaaa, que guea, si eran como 5, yo andaba solo, fui a la boti a comprarle unos cigarros a mi viejo, y aparecen los culiaos, palabreando de una, yo les di cara, justo andaba el choche, abre el portón sale con un bate, y los gueones se echan pa atrás, andaba el pepe con dos amigos, y también se metieron, al final los camoteamos, y los gueones se arrancaron. Cacha si uno me alcanzo a tiran un mangazo maletero en la espalda pero no me hizo nada.
- no si pase por ahí y el gueon tenía una fiesta, puta gueon, puros atados no más po gueon-
- naa si ni ahí con los gueones, si vienen de nuevo, no voy a andar na solo, ahí le damos cara a los gueones-
La villa del abrazo tiene cerca de 6 años menos que los héroes, es mas nueva, pero está encerrada entre los cerros y el camino Melipilla, los héroes está abierta a la vida, es más libre, creo que es lo que ellos quieren comer, que Maipú los reconozca, y que les abra camino a la popularidad, a sus hazañas e historias. Siempre ha habido rivalidad entre los héroes y el abrazo, son villas similares, claro que la villa Pratt, y los depas, nos parchan en buena, y ahí se hace el desnivel, son como todos contra ellos. Y esos no les gusta, por eso nunca se pasean por estos lados. Cuando andan de hartos, se meten y dejan la cagada, nunca he visto a grupos de dos o tres del abrazo, creo que el camino Melipilla genera esta frontera y ensarta la rivalidad, si no fuera por eso, estaríamos todos juntos, seriamos uno. Pero eso será imposible, creo que lo único que une a veces, al abrazo y a los héroes, son los equipos de futbol, en el estadio, pero ni tanto, si se da la ocasión de pegar, se pega. Y punto.
- si cacha que me dijeron esa guea, que alguien tacho con la marca de nosotros, y gueas. Rayaron ferrocarril, dejaron la media cagada.
-¿y qué piensan?, ¿ir a buscarlos?-
- naa si van a pasar, si creo que querían pasar al carrete del pepe, y el pepe no les dio mano, asi que andaban vueltos locos, si nosotros andábamos ahí, en el carrete, la gemela vio todo, cacho que andaban buscando atados hace rato, y nosotros ni ahí, si andábamos en otra volada.
- y que, ¿los van a esperar en el carrete?
- no paaasa, si estamos acá, pa cando pasen, na que ver dejarle la patada en la casa al pepe, en todo caso me dijo que si había atado, saltaban todos los del carrete por nosotros.
- wena volá.
- si po, si va a quedar pata si pasan- yo quiero cobrar el manotazo que me tiraron.
-¿y si los esperamos en ferrocarril?, no dejamos que se metan a los héroes. Si no van a dejar la cagada. Dice el coto, acercándose a nosotros.
El pancho mira al choche, y los demás asienten, el crepe, un amigo del pancho del colegio que vive en la arrayan, llama al celular, está hablando con el pepe, al rato me cuenta que son primos, que iban en la básica juntos.
-Ya vamos, hagamos eso no mas, cualquier guea los correteamos a Héctor fuanzalida, pa que salgan los cabros del carrete. Dice el coto.
El coto es un verdadero ingeniero en estos casos, como que la tontera la separa, y arma verdaderos caballos de Troya, le gusta la guerra al gueon, siempre habla de cañones y gueas raras. La idea era esperarlos en ferrocarril, en la pasada al abrazo, cosa que apenas aparecieran por camino melipilla, ir a buscarlos, en otro caso, dejábamos que pasaran, nos escondemos en el canal, y los corretearíamos a hector fuanzalida, y ahí con los amigos el pepe, les dábamos. No había por donde perder.
Ferrocarril estaba solo, ni un alma, parece que todos estaban donde el pepe, la paz ciudadana estaba a tres cuadras más o menos, y los arboles tapan completamente el paso, soplo se ve cuando alguien entra o sale, decidimos ponernos cerca del canal. El coto andaba con una pistola. Vio que justo lo mire cuando estaba arreglando el cinturón, me quedo mirando fijo, y me sonrió.

Hacia algo de frio pero no helaba lo suficiente. Era una noche cálida, como de poleron y pantalones largos y nada más. El pancho me daba algo de temor, andaba enajenado, como tiritón, cuando al pancho le da la locura, no sé, siento que lo desconozco. Todos saben ahí, que cuando salta una mocha, hay que preocuparse de dos cosas; que no te boten al suelo, y agarrar al pancho.
Eran cerca de las 12:00, el coto había ido a comprar un copete con el choche, se lo venían tomando dentro de una bolsa plástica. El coto agarra una botella de cerveza bacía que estaba en el pasto, sin molestar a nadie, la balancea y la suelta frente a una banca, la botella se revienta. No me gustan esos movimientos torpes del coto, los vecinos pueden llamar a los pacos, y ahí sí que queda la cagada. El siente que no tiene miedo, yo siento que no se ha detenido a pensar en ello, que es peor que sentirlo.
A la entrada de cayupil, aparecen las gemelas y la feña, no andaba la mina rica de la otra vez- puta, vienen las cabras- digo antes de que todos volteen y suelten silbidos y piropos.
- oe toño no le metay conversa a la Rusia eso sí, vo cachay, que andamos en otra vola- me dice el coto, bebiendo ron con coca cola.
- hola chiquillos- dicen impregnando el lugar de un aroma a primavera pura, las tres parecen usar el mismo perfume, dejaron la cagada. Las gemelas andaba muy ricas, una mas que la otra, la que le gustaba al pancho.
- hola preciosas, que paso que salió el sol de repente dice el coto, estirando los brazos como para abrazar a la feña. Siento un poco de celos, no sé porque. Me detengo en la escena, el coto le dice algo al oído a la feña, y esta se larga a reír, la misma sonrisa que me hace quitar la vista, y mirar hacia la entrada de los héroes.
-¿así que andan en atados?- dice una de las gemelas.
-¿mostros? Cuaando, si nos portamos terrible bien- dice el pancho, con esa cara cambiada, media nerviosa.
- si ya me contaron toda la historia. ¿Y tu toño también?, me dice la feña volteando su cabeza solo para esperar mi reacción, su cuerpo sigue mirando hacia el otro lado su cabellera lisa y larga queda balanceándose sobre su espalda.
- si le dieron jugo al pancho, y ahí si que no pasa na- le digo mirando hacia un lado.
- que son lesos chiquillos, porque no van al carrete mejor? está muy bueno, hay buena música, anda el loco de excelencia…
- tan bueno que llegaron acá- dice el choche, largándose a reír, los demás lo siguen en la acción.
- no lindo, vinimos para que no hicieran una tontera, pero si no quieren ir, allá ustedes, nosotras volvemos al carrete y ustedes se quedan jugando a los gánster.
Dice una de las gemelas, prendiendo un cigarro, con el encendedor que le pasaba la hermana. El pancho le explicaba a la caro (la gemela más bonita), con gestos técnicos como había sido el encontrón. La feña se me acerca y me dice: para que te pregunto si vas al carrete, si te veo tan superman por tu amigo. Me dice sonriendo y bajando la vista, quedándose pegada, frente a la luz.
- después, de mas que la hago, pero ahora, tu cachay, cuando ay que saltar, hay que saltar no mas-. le digo inflando el pecho y tratando de buscar el punto que llamaba su atención a un costado.
- oye, acuérdate, que soldado que arranca sirve para otra batalla.- me dice posando su mano sobre mi hombro.
- tranqui flaquita, de ahí vamos con los cabros-
Estábamos despidiéndonos, las gemelas tonteaban con los chiquillos, el pancho haciéndose el lindo, su cara ya había vuelto a la normalidad, y los demás andaban en la volada del copete, cuando llega un piedrazo que rebota en un basurero. Todos quedamos parados, como congelados, al rato, se comienzan a escuchar unos gritos, y comienzan a caer palos, piedras, de todo. El coto le grita a las chiquillas para que corran, pero ellas se quedan afirmándolo mientras los cabros corren a la entrada. Yo voy tras de ellos.
Al otro lado del camino melipilla estaban cerca de 8 tipos, gritando y tirando piedras a este lado de la calle, los autos seguían pasando, a toda velocidad, entremedio se podía ver en imágenes cortadas sus gestos, y movimientos. Nosotros esperábamos el semáforo en rojo, para cruzar, pero ellos seguían ahí, pasmados, esperando no se qué.
Los cabros comenzaban a gritarle y lanzar cosas. Yo me quedo mirando el semáforo que cambia a amarillo. Rojo.
Cruzamos corriendo y ellos corren rumbo a su calle central, siguen volteando para lanzar cosas, el pancho corre como enajenado, sacándonos metros de distancia, el choche, le lanza un palo a uno, que le cae en la espalda, se tambalea, pero sigue corriendo, ya casi los alcanzábamos, y el pancho casi corre entre ellos, pasa a uno, dos, tres, y agarra a uno, lo lanza al piso, y comienza a darle golpes de patadas, como quien patea un balón de futbol, los demás no se devuelven, siguen corriendo, ya llegábamos donde el pancho y entre todos dándole patadas al tipo que decía: “calmaaao, compare, si yo no hice naaa”, entre cortado por cada patada.

Yo veo que el pancho está afuera de su mente, con la cara cambiada, y trato de agarrarlo, le estaba dando de patadas en la cabeza, y el tipo comenzaba a tambalearse como marioneta. Lo agarro del gorro y lo lanzo hacia atrás, el choche y los demás, habían perseguido a los demás.
Yo sabía que no había que pasar, que algo no me cuadraba. Para que iban a buscarnos de a 8 sabiendo que éramos más, porque no cruzaron la calle a buscarnos, por que corrieron.
Trataba de agarrar al pancho, cuando veo la cara del tipo, inconsciente. La mitad de la cabeza, llena de tranzas, pintada de un café oscuro, la cara hinchada, la boca con sangre.
El pancho me gritaba insultos, tratando de zafarse, cuando veo que los cabros viene de vuelta, trotando, el pancho les grita que tenemos a uno, que había que sacarle la chucha, mientras trataba de alcanzar la cabeza del compadre de una patada. Yo veo algo raro.
12,13,15,17, seguía contando mientras jalaba al pancho hacia atrás, eran más de 20 y no eran los cabros, en ese instante, por la otra entrada al camino melipilla, como a una cuadra de distancia, salen corriendo los cabros, intentando cruzar melipilla entre los autos, el coto nos chifla, y pero el pancho se queda pegándole al tipo, cuando ya supe que no alcanzaríamos a correr, suelto al pancho, agarro una piedra y la lanzó al que venía primero, le doy en el estomago, pero luego lo saltan los demás.
Uno se tira sobre el pancho, botándolo, pero el pancho se para de inmediato, como luchador de lucha libre, luego llegan cerca de cinco sobre él, salto para darle de una patada a uno que le tiraba combos por la espalda, y lo lanzo contra la cuneta, el tipo se trata de parar, cuando siento al chicho, que lo patea en la cara, de entre el tumulto, nunca vi al pancho en el suelo, solo sus brazos que aleteaban. Un tipo me lanza un combo que me da en el pecho, al mismo instante el tipo se abalanza contra mí, le alcanzó a agarrar el poleron con una mano, con la otra, le doy en la cabeza, tan fuerte que sentía que la mano se me partía en dos.
Solo veía que cada cierto momento, la pelea se centraba en un lugar, luego alguien se metía de una patada, y los demás se abalanzaban sobre él, en eso estábamos cuando, siento un golpe fuerte en la cabeza por la espalda, caigo al suelo tirando manotazos que no encuentran fin.
Sentí que veía puntos blancos y negros, como aquellos canales que no encuentran señal.
Pero alguien mi tira del poleron arrastrando hacia atrás, sentí una patada en la mano, y otros golpeas que no fueron tan fuertes, gritos femeninos que se alzaban frente a todos la palabrería, sentí el perfume de la feña, las vi que las gemelas se abalanzaban sobre unos tipos que peleaban con el pancho. De pronto escucho: paff!!
Tras de esto los del abrazo salen corriendo, el coto sale solo detrás de ellos, con el arma apuntando al cielo. Los tipos de frenan en la esquina, y se escucha otro disparo, y el coto que venía de vuelta, a esa alturas, ya había despabilado, el pancho tenía el poleron rajado, y mojado entero de transpiración, su yoqui se había caído, y tenía una ceja hinchada.
Comenzamos a correr al camino melipilla, pero el semáforo esta en verde, y pareciese que justo en ese instante todos los autos de Santiago gustasen de pasear por melipilla, el semáforo eterno, no cambiaba de color, los cabros que trataban de pillar un espacio entre los autos para correr, pero no había caso, ya casi podía ver las caras de los tipos, su vestimenta, levantando una polvareda los autos que seguían pasando full, el choche, intenta atravesar , entre un camión que casi lo derrumba de un bocinazo, queda solo entre las dos vías, con una de las gemelas, que lo tenía agarrado del poleron. Veo al tipo que tenía el arma, era colorín, no era cabro como nosotros justamente, era de estatura media, el tipo me apuntaba con el arma, yo estaba petrificado, solo escuchaba voces, y un cosquilleo en el pecho, como si sintiera la dirección de la bala, de pronto me tiran del poleron, volteo y comienzo a correr; rojo.
Corrimos más rápido de cómo lo hacíamos hace un rato para perseguir a los otros. La adrenalina te hace correr más rápido, pienso. Y ni siquiera sentía argumentos de cansancio, solo sentía que la cabeza estaba como desarmada por dentro, como que el cerebro chocaba con las paredes con cada salto.
- ¡¡ya ahí no mas, ahí no más!! Gritaba el coto. Ya no nos seguían.
Yo miraba hacia los lados, el solo me tire sobre el pasto de ferrocarril, y comienzo a vomitar.
- toño culiao, casi te disparan conchetumadre- me dice el pancho, yo no tenía saliva para responder, sentía que la feña me agarraba la cabeza hacia atrás, no sé por qué la gente siempre hace eso cando la gente vomita, pero yo no estaba ebrio, podía vomitar solo.
- le llego el manso palo en la cabeza a este culiao, tenis la cabeza sangrando, hoooo, y el poleron cacha, “era “blanco. Llevemos a este culiao a la casa. Dice el choche.
Yo casi ni sentía la sangre correr, solo la cabeza que me palpitaba, y la feña que corría a la llave que estaba cercana. Me mojaba la cabeza, mientras me decía: vay a tener que sacarte el poleron, menos mal que te salió sangre, los tex cerrados son muchos más complicados, pero no es tanto el corte, es mas el cototo.
-¿y ustedes que guea? Les digo a las chiquillas que me miraban como horrorizadas.
- na po, cuando cachamos que comenzaron a tirar palos, y piedras corrimos a avisarle al pepe, pero el gueon estaba muerto de volado, en la pieza con unos amigos, cuando le dijimos que ustedes se estaban agarrando, se cagaron de la risa, y el pepe comenzó a lanzar golpes al aire, y de un manotazo, hizo tanto esfuerzo qu8e se cayó en sima de la tele de la vieja, creo que la boto, no sé que guea, le tire una chuchada y volvimos corriendo acá, y ya estaba la cagada, gueon, ustedes son gueones, eran como 30 gueones, y nada de pendejos. Y seguían llegando gueones, nosotros esperando que ese semáforo culiao cambiara, vimos cuando el coto disparo al aire, y ahí corrieron todos los gueones, sin no fijo que los mataban.
- si cabros gueones, si los otros eran puros viejos. ¿Viste cuando el viejo apunto al toño?, ahí casi se me callo el mundo gueona, yo veía que este estaba como atontado, y el gueon no pillaba el punto por que seguía corriendo.
Yo caminaba como por inercia, sentía los brazos helados, pero no mucho frio, el pancho se hacia el herido con la caro, ella le escuchaba la hazaña por tercera vez.
Yo venia procesando todo, lo que había pasado, caminaba un poco lento, la feña me llevaba del brazo, retándome, me decía pendejo gueon, luego me pedía disculpas. De pronto recuerdo que fue ella quien me lanzo hacia atrás, recuerdo que las gemelas se tiraron sobre un guatón gigante, el único que hico retroceder al pancho, miro al coto, que caminaba solo, más adelante, se voltea sonriéndome, la feña continua insultándome y pidiéndome perdón por haberlo hecho.
Miro mis zapatillas, blancas, una desabrochada, mi sombra que parece sostenerlas contra mis pies, no sé si el coto había disparado al aire, o quiso dispararle a alguien. Pienso en eso un rato, luego me rio, del puro mareo.

jueves, 5 de febrero de 2009

Este mundo está loco

Doy apenas dos pasos tras cerrar la reja, y siento que salgo de un cautiverio. El sol que hierve y nubla los márgenes visuales de la calle, pega en los techos que se ven más claros y el cinc que parece expeler su olor por las cavidades de los arboles, al rato siento mis hombros calientes y brillantes. Taj, taj, taj, las chalas se deslizan por el pavimento, al mismo tiempo que la botella de sprite golpea mis rodillas como el barco pirata de fantasilandia. El perro de mi vecino, me mira atento, y mueve su cola, decido que me siga y el decide hacerlo por aventura.
Están todos chatos de la rutina, creo. Pero los quiltros pueden disfrutar de cualquiera de estas, porque siempre vuelven al lugar de origen, aunque este sea el lugar que menos le da de comer.
Esa fidelidad de los quiltros es extraña, es casi masoquista. Pueden morir de hambre dentro de las cuatro paredes de su amo, siendo esta su opción, entre tantas otras y más dignas. A veces creo que los perros que mueren atropellados son aquellos que no saben de calle. Son aquellos que cuando les abres una puerta, buscan huir desesperados, cuando finalmente se les vuelve a ver en una foto pegada en alguna caja de pago de alguna panadería o botillería.
El quiltro se somete a lo que le tocó, a lo que nunca pensó elegir, lo comprende con melancolía, pero también con pleno consentimiento, el perro de raza, siempre huye, reniega de su origen, del lugar asignado por sus amos.
No sé cuantos perros de raza mueren atropellados, frente a cuantos quiltros. Pero estoy seguro que los finos son los más. Son a los que les ponen precio, son los que gustan ser mercancía de comercio, el quiltro no tiene precio, se regalan, se frena en los semáforos, espera que pasen los autos, miran a los ojos pocas veces con rabia. El quiltro contra lo único que reniega, es contra su condición de perro. Mira a los ojos y saluda con ellos y su cola, no ladra mucho, prefiere observar, esperar, aguantar.
Paso por la casa del coto y solo escucho un track de Salo Reyes, en la carnicería no hay nadie, no está el tío ni el marcos. Tampoco se ve cliente alguno. Decido chiflar, por si acaso, de manera silenciosa, pero permanente. Boum boum boum, mi rodilla ya esta roja y la botella algo hundida, el quiltro se queda conversando con algún amigo, vecino del coto, una conversación corta, el otro asiente y vuelve a su postura normal, le silbo para que me siga, mi compañero continua el viaje junto a mí.
Cuando llego a la esquina de ferminn vivaceta con hector fuanzalida, veo que en la botilleria está el pancho apoyado sobre el mostrador con los codos, un pie baila hacia atrás mientras el otro se apoya sobre la baldosa. Junto a él está el hijo del cana, muerto de la risa.
- cacha este otro- le dice el pancho al hijo del cana, apuntándome con su pera. Sin moverse de su postura.
- viene con su polola- le dice el choche y ambos se largan a reír, el quiltro parece alegrarse de haber sido incluido en una conversación humana, lo asusto con un paso en falso, no sé por qué. El entiende mi reacción ilegible, y luego de retroceder unos pasos, sigue el camino junto a mí.
- que vacilan el par de huecos- les digo mientras entro al local.
-huecos pero no zoofilicos- dice el choche pegándole con su codo al pancho, a lo que él contesta con una risa entre los dientes. De seguro no entendió lo que le dijo el choche, se ríe por compromiso, y por ignorancia. El choche tiene como 21 años, es alto y de pelo crespo, fanático de la “U”, en todas las conversaciones en las cuales se pueda enfrascar no pierde tiempo, y lo invierte mostrando de inmediato la colección de entradas del estadio. El pancho ha ido a un par de partidos con él, creo que tiene contactos o algo así, de otro modo el pancho no tendría ni para la micro.
- te fui a buscar en la mañana gueon, tu mamá me dijo que estabay durmiendo- me dice el pancho mientras saca un cigarrillo.
- si gueon, ayer me acosté tarde, y desperté como con caña-
- sh, tenis la cara pa la caga toño culeado, como hinchada, ¿no te habrán pegado una patada en el osico? Me dice el choche, sacando un encendedor. Azul.
- no pasa geon, si estoy durmiendo como el pico- le digo mientras miro el suelo, y escarbo mis bolsillos buscando la plata para la bebida.
Y vo pancho , ¿Por qué anday madrugando gueon?, si tu día comienza como a las 7 de la tarde po culiao. Le digo mientras este se ríe como para adentro, el choche se larga a reír pegándole una paipa al pancho, que lo atraganta con el humo turbado en sus pulmones.
-shh, anda vuelto loco este otro, le ha contado a toda la villa de su hazaña, desde las 9:00 que anda guebiando con que se piso a una vieja culiada de la Pratt-
Miro al pancho y este me entrega su perfil mirando el cielo, bajo su yoqui, intenta hacer círculos con el humo, supongo.
- ¿Qué chucha pancho? ¿Te culiaste a una vieja?- le digo entre risas.
- baja la voz po culiao, ¿no veis que va pasando gente? Me dice con una mueca de 2 segundos de enojo, luego vuelve a su postura de satisfacción.
- la media historia culiao, vo te vay a caer de poto gueon, sobre todo voh, que te vay a pura manuela no más. Me dice el choche que va a bajar la radio.
- y voo culiao, ya pancho cuéntala primero, yo te cacho al toque cuando mentis cabro culiado.
- que gueaaa, si es todo verdad- Me dice, inhalando el humo, se refriega la cara con su mano izquierda, y se arregla el yoqui con la otra: afírmate toño culiao, pero no le contis a nadie.

Esta guea fue ayer en la noche, después que te fuiste, me quede con el coto vacilando en la esquina, hacia mas frio que la chucha, y no sé que guea pero estaba lleno de gatos por todos lados, como si la guea fuera una función anticipada, de la que todos sabían menos yo.
Estábamos hablando de lo mejor, de que quería hacer un carrete en su casa, y gueas raras que habla el coto cuando se cura. Cuando pasa una mina, como de 35 años, rica igual, y nos pide fuego, yo saque mi encendedor, la mina andaba con una mini de jeans, con chalas así negras de esas que se amarran ¿las cachay?, y con una polera con así un escote conchetumadre (me dice señalando con sus manos el tamaño de una sandia). Y se tapaba igual la cochina, como tímida, na que ver con lo de después. Cacha que el coto culiao le hablaba puras gueas pero la mina andaba como metida en la volada del cigarro, me afirmo la mano, con la suya, tenía las uñas largas rojo oscuro, y estaba pintada la gueona, tenía una cola como de esas que se hacen las minas medias levantadas de atrás, me miro a los ojos y yo dije: “tate”.
La mina le pega dos fumadas así, consecutivas al cigarro, a mí se me paro al toque, el coto culiao me miraba y se reía con esa cara que tiene de perverso. La mina me dice unas gueas como entre dientes, como hablando sola, pero nosotros agarramos igual la onda, dijo una guea de que los hombres eran todos maricones que no había que creerles, me dio un beso en la mejilla culiao, como que me chupo la cara, ahí yo estaba más duro que robocop, y me dijo; o sea, todos menos ustedes, que son niñitos, nunca traten mal a las mujeres. Y se fue.
El toño culiao se tiro encima mío como a darme besos en la cara, y me entro un asco que se me bajo al toque el que te dije. Lo empuje al culiao y se cago de la risa.
La guea es que nos quedamos hablando diez minutos más, y me viré pa la casa. Estaba cagado de sueño y de frio gueon, si hacia mas frio que la chucha. La cosa es que cuando venía de vuelta, por agua santa, paso por el Chipana y escucho como unos llantos, como de guagua, igual me asuste, solo, eran como las 3:00 y en la calle no andaba ni un alma po gueon. Así que apuré el paso, miré de reojo para atrás, y cacho que la vieja esta como sentada al lado de un árbol, marcando una guea en el celular, a mi me entró toda la maldad culiao, la luz azul de la guea como que le iluminaba el escote, no gueon si andaba rica la vieja. Así que me devolví pa cachar que onda, igual me dio lata verla así, a esa hora.
- chucha que tenemos pena- le dije acercándome lentamente con las manos en el bolsillo, la vieja me mira y me sonríe. “este gueon es un maricón, que vergüenza que me veas así, se me ¿corrió el rimen?” Me dice acercando su cara, sale de la sombra, pero se veía igual, yo cacho que lloraba pa adentro.
- no señora, se ve bien- le digo, igual cortado.
- shhh, como que señora, sol-te-ra, y con un compromiso que acabo de romper- me dice antes de pedirme un cigarro, me quedaba uno, igual si no hubiese tenido, le hago uno ahí mismo con hojas de árbol, no sé, cualquier guea.
La cosa es que me comenzó a contar su volada, que vivía sola, en la Pratt, que andaba con un rati, y el culiao le pegaba gueon, bueno aparte la cagaba, me conto unas gueas re pencas, igual me dio lata la mina.
Así que le dije que la iba a dejar a la casa, y ahí la guea se descuadro, me dijo que por qué mejor con nos tomábamos un copete para conversar, que tenía ganas de hablar, y estaba sola y la guea. Filo. La cosa es que la lleve al canal, a la plaza de atrás, no fue de maldadoso y gueas, la situación era rara po gueon, una vieja que te invite un copete, y rica igual, esas gueas pasan en películas, o en rollos que te pasay cuando te masturbay.
Así que nos sentamos en una banquita oscura y ahí andaba gueando un gato culiao, alrededor, y a mí me cargan los gatos po gueon, son como maldadosos. Así que ahí nos quedamos, me conto la misma historia pero con más detalles, me dijo que se sentía sola.
- háblame de ti ahora, ya, para distraerme un rato- me dijo mientras apoyaba sus manos en la banca, encogiéndose de hombros, con unos melones que te cagay toño culiao.
A esas alturas yo andaba en otra, le contaba puras gueas, no sé, que me gustaba jugar a la pelota, que mi papa era de Magallanes, y que iba a jugar profesional pero no pudo porque nació el saco guea del Marcos. Le contaba puras gueas, como que me bloqueé, aparte que la mina tomaba y en una como que no embocó la boca con la botella, era ron solo, lo hechó a una botella de bebida que bajamos mientras caminábamos a la plaza, y se le cayó por la boca para abajo gueon, se mojo hasta las tetas gueon. Ahí me fui a la chucha, ahí comencé a trabarme gueon, y a decirle a cada rato: “y eso po, asi es la guea”, se lo dije como 9 veces.
La mina se trataba de secar con la mano pero le quedaba todo el brazo mojado, yo andaba en pura polera y me dice: ufff, haber sécame con tu polera, si con tal el copete sale con los lavados. Cuando dijo “lavados”, casi me voy conchetumadre.
La sequé con la manga, porque andaba con una polera manga larga, la pera, el cuello, gueon, toño culiao y la reconchetumadre, me dijo que le secara el escote, así que me puse de pie, y le secaba la guea, tiritón pa la caga, la mina como que me miraba los ojos. Y como que sonreía. Yo me hacia le gueon, tratando de ver con otros ojos la situación culiada, pero no gueon, de repente me dice: haber espérate vamos mas para el lado del árbol, porque si nos ve alguien va a pensar mal. Me agarró de la mano, con la otra llevaba la botella y se puso en el tronco. Se bajo un poco el escote gueon, y seguía mojada, así que comencé a secarla, la mina como que se agachaba un poco, y yo pa la cagada, me temblaban las rodillas.
Derrerpente tenía el escote a la conchesumadre, no sé en qué momento se lo bajo tanto, casi se le veían las moneda de gamba, y yo seguía con la polera culia mojada entera, derrepente se baja toda la guea, con las tetas al aire conchesumadre, y como que le brillaban en los bordes por la poca luz que llegaba del poste, yo casi explotando gueon, no sé como chucha pasó pero mi polera ya estaba por el codo culiao y yo agarrándole las tetas con todo gueon, la mina pa la caga como que apoya su cabeza en mi estomago gueon, yo no paraba ni cagando, seguía a toda máquina, y comenzó a bajar la cabeza, me agarro el térmico, y me bajo la parte de adelante, quede en puros bóxers, la mina como que me agarraba el poto y me empujaba hacia ella, yo seguía tocándole las tetas, me daba besos en la guata y yo que le agarraba con fuerza como con rabia, una teta, y ahí como que escuché que dijo “ya filo”, me bajo los bóxer, y ahí quedo la cagaaa gueon, yo me agarraba del árbol, de una rama culia, y la mina a todo ritmo chupándome al niño, y los gatos culiaos que gruñían, como peleando, y yo pa la cagada, la mina que movía su cabeza pa atrás y pa adelante, puta haciendo unos sonidos culiados que te cagay, derreptente se para gueon como desesperada gueon, yo como que la miraba con vergüenza pero ella… nada gueon, estaba como enajenada, los gatos culiados que seguían guebiando, eran como 3:30, yo seguía en mi volada, no sabía qué hacer, la mina se pego un sorbo de copete, bajó como la mitad de la botella, me dijo: “estay rico pendejo”, me dio un beso, como que me trago, se comenzó a dar vuelta, sin dejarme la boca tranquila, se apoyo de frente en el árbol con una mano se agarraba del tronco, con la otra se levantaba la falda, andaba con unos colales rojos gueon, nooo si te digo que andaba lista pa la guerra, agarro mi manguera, y se la puso gueon, a esas alturas yo ya transpiraba como chancho, las axilas mojadas gueon, y mi corazón se quería puro salir, comenzó a moverse, como encontrando el golazo, a mi me dio la guea, le agarre el brazo se lo puse adelante, y : “HUY”, dijo la gueona, y pega Martin pega, dándole con todo a la gueona, debajo del árbol, gueon, los gatos culiaos casi que aplaudían, yo dele que dele, la gueona vuelta loca comenzó a delirar gueon decía:”dale feña, pégale con todo, con todo, 15 - 0 feña dale”, yo que me creía Fernando Gonzales a esas alturas, le pegué unos slices pa la caga, le hice un globito, drop shot rasante, me salían todos los golpes cerca de la línea, de repente, me dio una guea en la guata, me tiritaban los pies gueon, la vieja que se movía cuatico: “dale feña, con todo, métele duro, feña HUI”, decía la muy maraca, y yo, mostrándole mis mejores golpes, los gatos culiaos a esas alturas estaban todos masturbándose gueon, derrepente la mina como que se hecha pa adelante, se sale y me dice: no vas a creer que soy siempre así, es que el copete, no sé. Yo me asusté gueon, la mire y le dije:- si se, si sé, yo por eso la respeto y le digo que mejor dejemos esto hasta aca, que no corresponde-. La mina me quedó mirando, se largo a reír, me dio un beso que casi me saco los dientes, se colgó de mi cuello, levantó una pierna y como que la amarro en mi cintura gueon, íbamos a comenzar de nuevo el segundo set, cuando escucho que se mueve una planta gueon, en el canal, pero como de pisada de persona, y escucho unas voces, yo me subo todo al toque, le iba decir lo mismo a la mina, pero ella ya tenis todo puesto, como si fuera otra, hasta peinada la vi, le dije: deben ser los gatos. Y ella me dice: -mejor me voy, es tarde, y todo esto, nada que ver, yo no soy así- me dijo rearmando su pelo, yo le dije:- no se preocupe señora, si se-. Ella me quedo mirando, seria, me agarro de la polera y me dijo: se-ño-ri-ta. Y la boca te queda donde mismo pendejo.



La guea es que me venía de vuelta, no quiso que al fuera a dejar a la casa, y me topo con el marcos que venía con el pari y otro culiao que tenía cara conocida. El marcos culiao me saluda y me abraza, me da la mano, y me dice: “grande feña”. Yo lo quedo mirando y todos nos cagamos de la risa, la cosa es que los gueones estaban tomando en la palza del canal, y cuando nos vieron venir, pensaron que éramos pacos, ¿no veis que el marcos anda medio saltón por la guea de la mariguana? Y se pasaron por la reja pal canal, ahí se escondieron los culiados.
-como, ¿y vieron todo? – le digo al pancho mientras se refregaba la cara con las manos.
- ¿que creis vo? Tooodo, mi saque, mi revés, todo gueon. Pregúntale a esos gueones cuando los veay, si no me creis culiao, si cacha que después siguieron a la vieja hasta la casa, ya saben donde vive, vive aquí mismo gueon, como a 4 cuadras, yo nunca la había visto en mi vida.
- pancho culiaaaaaaaao, eris un personaje gueon; vomitay en los lavamanos, te curay con cerveza, le pegay a los gueones que no tenis que pegarle, y te culiay a señoras gueon.
- oye culiao, ¡¡se-ño-ri-ta!!
Los tres nos largamos a reír, a esas alturas el choche, ya había destapado una lata de cerveza, yo me había fumado como diez cigarros, cuando se me resbala la botella, que rebota en el cemento y cae unos metros más allá. Cuando voy a buscar la botella, miro hacia el lado, y veo que el quiltro se está mandando una culeada con una perra poodles. De pronto siento que me mira, con sus ojos de quiltro, saca su lengua larga de quiltro, y siento que me sonríe, con esa sonrisa típica de quiltro, y me digo mirando la escena; este mundo está loco, loco de tanto culear.